El desayuno debe aportar la cuarta parte de las calorías diarias. Es importante recalcar que esta recomendación sólo debe aplicarse a la energía. No es necesario, ni práctico, ajustar el resto de los nutrientes pues una persona bien alimentada, con un adecuado estado nutricional, tiene suficientes reservas corporales de nutrientes para cubrir las posibles variaciones diarias en la ingesta de dichos nutrientes. Esto simplifica enormemente la programación de dietas para personas sanas, pues es difícil ajustar diariamente y más aún en cada comida la ingesta de cada nutriente a las recomendaciones.
Aunque el número de comidas y su contenido energético depende de las costumbres, estilo de vida y condiciones de trabajo de cada persona, en general se recomienda que se realicen más de 3-4 comidas/día y que la mayor parte de los alimentos se consuman en las primeras horas del día, es decir se recomienda hacer un buen desayuno y comida y aligerar las cenas. Esta distribución calórica tiene una importante repercusión en el mantenimiento del peso, en la glucemia y en la colesterolemia. Sin embargo, las cifras encontradas en la literatura indican que la contribución calórica del desayuno es habitualmente inferior a la recomendada, tal y como se presenta en la siguiente tabla.
Tabla 1. Contribución del desayuno a la ingesta energética diaria
Referencia
Edad de la muestra
Aporte a la ingesta total (%)
Moreiras y Carbajal (1984)
6-25 años
5-25
Majorey y col. (1987)
8 años
20
Livingstone (1991)
5-9 años
6
Spyckerelle y col. (1992)
10-15 años
15,8 ± 5,6
Ruxton y col. (1996)
7-8 años
14
Ortega y col. (1996b)
9-13 años
15,6 ± 0,4
En en Gráfico 1 se ha representado el aporte calórico de los desayunos más frecuentemente consumidos.
Gráfico 1. Aporte calórico de diferentes tipos de desayunos.
Una correcta distribución de la ingesta de energía a lo largo del día puede contribuir a mejorar el estado de salud y reducir el riesgo de futuras enfermedades cardiovasculares. Resnicow (1991), realizó un interesante trabajo en 539 escolares americanos de 9 a 19 años para relacionar los hábitos del desayuno con los niveles de colesterol plasmático. La muestra se clasificó en 6 grupos según se realizara o no el desayuno y el tipo del mismo: a) omisión del desayuno, b) desayuno a base de cereales con fibra, c) desayuno tradicional, d) desayuno con patatas fritas y dulces, e) otros desayunos fáciles de preparar, f) desayunos mixtos. Ajustando para edad, sexo e índice de masa corporal, los que no desayunaban tenían niveles de colesterol significativamente superiores (172 mg/dL) que los que sí lo hacían (160 mg/dL) (p<0,05).
PAPEL EN LA PREVENCIÓN DE LA OBESIDAD
Tanto la ingesta total de alimentos, como también la distribución de la misma a lo largo del día influyen en la prevención de la obesidad (Summerbell y Moody, 1992) . Un mayor reparto del consumo de alimentos a lo largo del día y una desviación de la ingesta energética hacia el comienzo del mismo se han asociado con pesos más bajos (Adams y Morgan, 1986). Algunos autores han observado que aquellas personas que normalmente realizan un desayuno deficiente pueden desarrollar hábitos incorrectos que podrían estar relacionados con un mayor riesgo de obesidad (Morgan y col., 1986; Siega-Riz y col., 1998). Sin embargo, es frecuente encontrar personas que creen erróneamente que al omitir el desayuno reducen la ingesta calórica total y, por tanto, el peso. De hecho, Zabik (1987) observó que el 24% de las mujeres americanas entre 25 y 34 años no desayunaba con intención de adelgazar. Esta creencia también se ha observado en una muestra de mujeres españolas: un 2,6% de las mismas omitían el desayuno como una práctica más para perder peso (Núñez y col., 1996).
En población infantil existen datos que corroboran que los niños obesos omiten con mayor frecuencia el desayuno y tienen un reparto de la energía a lo largo del día más desfavorable que los no obesos, es decir, suelen desayunar menos y cenar más (Wolfe y col., 1994; Bellisle y col., 1988). En adolescentes se ha observado que la cantidad de energía consumida en el desayuno se relaciona inversamente con el índice de masa corporal [IMC = peso (kg) / talla2 (m)] (Summerbell y Moody, 1992). Según los resultados del estudio EnKid, el IMC disminuye en ambos sexos al aumentar el aporte calórico del desayuno (Gráfico 2).
Gráfico 2. Relación entre el índice de masa corporal y la ración energética del desayuno.
Un estudio realizado por Ortega y col. (1996a) con objeto de comparar el tipo de desayuno entre personas de edad avanzada obesas y no obesas mostraba que, aunque el porcentaje de individuos que no desayunaba era similar en ambos casos, el grupo de obesos presentaba una mayor preferencia hacia alimentos ricos en grasa y azúcar, mientras que los no obesos elegían preferentemente frutas, zumos y pan y, en general, realizaban un desayuno más variado, con mayor número de alimentos distintos y consumiéndolos además en mayor cantidad cubriendo, por tanto, un mayor porcentaje de sus requerimientos energéticos y aportando mayor cantidad de fibra, vitamina E y hierro, principalmente.
Por tanto, un aspecto a tener en cuenta en cualquier programa de pérdida de peso, es la planificación correcta del desayuno, ya que puede ayudar a reducir la ingesta y minimizar la necesidad compulsiva de comer (Schundlt y col., 1992).
Fuente:Instituto de Salud Pública
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