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1. INTRODUCCIÓN
La mujer gestante tiene un aumento de demanda energética, debido a las exigencias del crecimiento materno y fetal y al esfuerzo físico que requiere una normal actividad física. Se estima que el incremento de energía que deben aportar los nutrientes es de 300 kcal/día durante los últimos dos trimestres, que de media a lo largo del embarazo supone 200 kcal/día, unas 2.400 kcal diarias en total.
Cuando existe una deficiencia energética es fácil que se produzcan déficits de micronutrientes que juegan un papel importante al inicio del desarrollo embrionario. Por otro lado, cuando la ingesta energética es la correcta o incluso excesiva, tampoco están asegurados los micronutrientes. Se precisa un incremento de hierro del 100% de la dosis diaria recomendada fuera del embarazo y del 122% en el caso de folatos. Teniendo en cuenta que la dieta suele ser pobre en hierro, folatos, zinc y piridoxinas serán necesario suplementos de estos micronutrientes o aumentar la ingesta de aquellos alimentos que los contengan.
Lo adecuado es individualizar la dieta de cada madre gestante según su masa corporal, edad, actividad física, tipo constitucional, estilo de vida, etc. En general, a la madre se le recomienda disminuir el porcentaje de energía aportado en forma de lípidos y especialmente las grasas saturadas, colesterol, hidratos de carbono de rápida utilización y aumentar el de proteínas y micronutrientes. Así, deben incorporar en su dieta una mayor cantidad de cereales, frutas, verduras, hortalizas y legumbres.
Figura 1.
La distribución de las comidas recomendada de forma general es de 20% en el desayuno, 10% a media mañana, 30% en la comida, 10% en la merienda y 30% en la cena.
2. PROTEÍNAS
La mujer gestante necesita una mayor cantidad de proteína, sobre todo a partir del segundo trimestre. Los suministros han de ascender aproximadamente a 60 g/día, frente a los 50 g/día en la situación normal. Las proteínas deben cubrir el 15% del aporte calórico total. Esto no suele ser un problema en los países occidentales ya que sus dietas aseguran una cantidad y calidad proteica.
3. LÍPIDOS
Han de cubrir del 25 al 35% del total de las calorías de la dieta, con predominio de las grasas insaturadas sobre las saturadas.
4. HIDRATOS DE CARBONO
Deben aportar entre el 50 y el 60% del total de calorías. Constituyen la principal fuente de energía del feto pero su ingesta no debe ser excesiva, ya que la actividad materna se reduce durante el embarazo consumiéndose menos glucosa.
5. VITAMINAS
Durante el embarazo los requerimientos de algunas vitaminas son muy conocidos como el aumento de las necesidades de ácido fólico (más del doble respecto a la madre no gestante). Sin embargo, las necesidades de otras vitaminas no aumentan de la misma manera y pueden ser fácilmente adquiridas a través de una dieta normal y equilibrada. Por tanto, la suplementación vitamínica muchas veces resulta innecesaria, salvo en grupos de alto riesgo o cuando se han detectado deficiencias vitamínicas.
5.1. Ácido fólico.
Los requerimientos de esta vitamina se ven incrementados en respuesta a la demanda de eritropoyesis y al crecimiento fetoplacentario. Las necesidades son de 800μg diarios, el doble de lo requerido fuera del embarazo. Las mujeres fumadoras que toman alcohol, drogas, anticonceptivos orales y medicación antiepiléptica presentan niveles más bajos de folatos en suero o células sanguíneas, por lo que se recomienda a este grupo de mujeres un suplemento de 300μg iniciándose antes incluso de la gestación.
La deficiencia de ácido fólico causa anemia megaloblástica en la embarazada que puede tener como consecuencia distintos tipos de malformación nerviosa en el feto (defectos del tubo neural, espina bífida).
5.2. Vitamina B6
los requerimientos ascienden a 2,2 mg/día, 0,6 mg/día más que en la situación no gestante. Esta vitamina es fundamental para el adecuado funcionamiento de enzimas relacionadas con el metabolismo proteico. El gran desarrollo fetal justifica ese aumento en las necesidades de vitamina B6.
5.3. Vitamina D
Se precisan 10 mg diarios (incremento de 5 mg, 200UI, sobre la cantidad recomendada en mujeres no gestantes). Su déficit en el feto se asocia a hipercalcemia neonatal o hipoplasia del esmalte dentario; siendo igualmente perjudicial un aporte excesivo de esta vitamina.
6. MINERALES
6.1.
Calcio
La madre gestante es sometida a importantes modificaciones en el metabolismo del calcio. La somatotropina coriónica favorece el recambio del calcio óseo. Los estrógenos placentarios inhiben la resorción ósea y la parathormona aumenta su absorción intestinal. Con todo esto, las necesidades de calcio son de 400 mg más que fuera del embarazo y pueden ser aportadas exógenamente.
6.2. Hierro
El volumen eritrocitario total aumenta de un 20 a un 30%. Pero el hierro no sólo se necesita para la formación de hemoglobina, mioglobina, etc. Que se están sintetizando en gran medida en el feto como consecuencia de su crecimiento, sino también para la formación de un depósito hepático fetal de hierro. Este hierro será posteriormente movilizado en la vida neonatal compensándose así la poca concentración del citado nutriente en la leche materna. Así, se hace imprescindible aumentar el aporte de hierro. Los requerimientos son de 800 mg, lo que supone un incremento de 5 a 6 mg al día. Los suplementos de hierro son aconsejables a partir del segundo trimestre para evitar la anemia ferropénica.
6.3. Zinc
El zinc almacenado en los huesos de la madre no es movilizable, por lo que su déficit en la dieta se refleja rápidamente. Se precisa un incremento de 3 mg sobre la dieta de las no embarazadas.
6.4. Magnesio
Se recomiendan 300 mg de zinc (40 mg más que las necesidades habituales).
6.5. Fósforo
Las necesidades de fósforo se incrementan entre el segundo y tercer trimestre de embarazo, pero no precisa de suplementación al encontrarse presente en una buena cantidad de alimentos.
6.6. Yodo
El déficit de yodo puede provocar minusvalía intelectual por afectación seria del sistema nervioso. Sin embargo, este problema ocurre en zonas donde alimentos y aguas de bebida son pobres en yoduro, es decir, zonas de bocio endémico. La solución más fácil es la utilización de sal yodada, en vez de sal solamente, que además es comercialmente asequible
Autor/es
Redacción Infoalimentacion.com
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