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Envases
La cara que deben mostrar los alimentos
La industria del packaging tiene exigencias tan grandes como las tiene la alimentaria. Qué materiales se usen y cómo se etiquete puede determinar el éxito de un producto.
14/10/2008 Cepes
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Un envase inadecuado puede significar el fracaso de un producto que de podría haber arrasado en el mercado.
''El envase es una parte esencial del producto, es la cara visible que comunica o describe el contenido al consumidor final y es de tal importancia que se pueden cometer grandes errores. Una mala decisión puede incluso hacer desaparecer un producto de los anaqueles si el diseño no es el adecuado, al contrario cuando vemos envases bien diseñados y que destacan los alimentos, como consecuencia hace que el consumidor los tome'', dice Alfredo Calderón, presidente de Empack.
Por lo mismo buena parte de la innovación en el sector de los alimentos ocurre en el packaging.
Si bien la relación entre empaque y alimentos es una constante, hay dos ejes que la conducen.
Uno es reducir los costos de la cadena de suministros, considerando el proceso desde que el producto sale del campo -por ejemplos las cajas en que son conducidos al packing-, hasta que llega a la casa del consumidor final, cuando finalmente se deshacen del envoltorio. Cada peso ahorrado en este proceso, es un punto ganado en competitividad y en sustentabilidad ambiental. Pero además un empaque que incorpore una tecnología adecuada significa, por ejemplo, alargar la vida de un producto o conseguir que aguante en mejores condiciones los viajes desde el puerto en Chile hasta el consumidor final en otro punto del planeta. Incluso puede ser determinante en utilizar avión o barco en los fletes, lo que implica ahorros de diversos tipos, que pueden ser decisivos a la hora de competir.
Un ejemplo lo deja claro: hoy las cerezas son enviadas en bolsas con atmósfera modificada, que alargan la vida de la fruta. Ellas permiten que la fruta sea enviada por barco, ahorrándose así diversos costos del flete aéreo tanto en energía -minimizando la huella de carbono- como en valor y permitiendo enviar más toneladas por viaje.
El otro eje es que el empaque puede hacer más sofisticada la oferta del mismo producto, es decir, el mismo embalaje se convierta en un valor agregado.
Se hace con los salmones. Además de proporcionarlos en formas y tamaños solicitados por el consumidor, se empacan al vacío y con atmósfera modificada, lo que significa que el consumidor dispone de un producto que es abre y consume, cosa por la que los consumidores están dispuestos a pagar.
A lo anterior se agregan sistemas de cierres que permiten reabrir varias veces el paquete. Aparecen entonces nuevas formas de abrir o cerrar el paquete o envases más flexibles que reemplazan a los tarros y que permiten llegar a mercados que antes eran impensables.
Hay un tercer elemento, que cruza cualquier otro avance: todo desarrollo debe ser sustentable con el medio ambiente. Y es esto lo que está llevando a un profundo cambio en los materiales. Hoy buena parte de envases flexibles son fabricados con polietileno u otros productos re usados. También se reducen el espesor, lo que permite envasar más toneladas de alimento con menos de material.
Queda un desafío: mientras la industria busca disminuir la cantidad de envases, el mercado pide porciones cada vez más pequeñas.
La industria en Chile está respondiendo a estas necesidades. ''Somos un país globalizado, en consecuencia la industria del packaging está absolutamente preparada para dar repuesta a las necesidades que el país tiene para poder convertirse en una potencia alimentaria'', dice Calderón.
En un mundo donde cada vez son más apetecidos los alimentos preparados, el packaging también debe satisfacer las demandas de los clientes.
Eso intentan los envases retornables que pueden tener distintas formas y en Chile prácticamente no existen aún en los supermercados.
Están fabricados con materiales -polietileno, aluminio u otros- que se adecuan al alimento que empacarán y al destino final. una vez que el producto está envasado el paquete es pasado por una esterilizadora a 125 grados. con ello se genera un proceso que alarga la vida de cualquier alimento preparado por dos años.
A ello se agrega que tienen cierres de abrir y cerrar, lo que permite que se utilice sólo lo que se necesita y se conserve lo que queda.
Su uso por parte de exportadores chilenos ha significado la apertura de mercados a los que antes no llegaban.
Es el caso de una industria nacional de pescados que al reemplazar los tarros por los retornables abrió en estados unidos la posibilidad de exportar salmón y jurel a las cárceles, esto porque al reemplazar las latas evita que puedan ser usadas como elementos peligrosos por los reos.
El proceso de esterilización del alimento envasado en estos materiales es más rápido y eficiente, lo que implica menor costo energético, por lo que son más amigables con el medio ambiente.
Alusa es la única empresa que los fabrica en Latinoamérica. para abrirse a esta tecnología invirtieron us$ 2 millones. ''es un nicho que está creciendo. cada vez son más los que buscan estos productos. pero no depende sólo de lo que nosotros hagamos sino de que las empresas también cambien sus tecnologías'', dice el gerente comercial de Alusa, Bartolomé Peirano.
Hoy los grandes consumidores son los orientales. También los usan los productores latinoamericanos de atún y en Centroamérica para el puré de frijoles. En Australia se venden colados de bebé.
''Este producto es innovador en el sector, de hecho en el mercado chileno casi no se conoce''.
Ser uno de los más importantes proveedores hortofrutícolas de este lado del mundo tiene casi todo a favor, menos las distancias. en el mercado han aparecido productos que permiten que los productos frescos resistan en mejores condiciones los largos viajes.
El material y proceso con que se fabrican estas bolsas permiten que la fruta, con su propio proceso de respiración, cree una atmósfera que le permite alargar su vida. y lo hacen sin la necesidad de agregar productos como gases específicos. para ello, de nuevo, se fabrican en forma específica para las especies, e incluso la variedad, que se permite envasar, ya que eso determina la permeabilidad del producto.
El sistema logra reducir el metabolismo de la fruta, evitando que se ablande.; se retrasa el proceso de degradación de la clorofila lo que evita, por ejemplo, que el palo de la cereza se ponga café -un requisito importantísimo para los mercados asiáticos que ven en lo verde del palo una cereza en buen estado-; además atrasa el pardeamiento del fruto y finalmente inhibe de manera natural la pudrición al evitar el crecimiento de patógenos.
Se ha demostrado que los envases mantienen la fruta en óptimas condiciones hasta por 40 días, lo que significa reemplazar fletes aéreos por marítimos, con el consiguiente menor impacto en la huella de carbono.
Los resultados son tan importantes que ya varios recibidores internacionales exigen que los alimentos lleguen en estas bolsas.
La empresa chilena San Jorge Packaging las fabrica para cerezas, kiwis, ciruelas, manzanas gala, cuenta claudio sierpe, gerente comercial de la empresa.
La compañía nacional que desarrolló hace unos siete años sus bolsas, desplazó del mercado local a las extranjeras.
Ante las demandas del mercado están trabajando el desarrollar bolsas para arándanos, uva, melones, tomates, espárragos y plátanos.
Pero quieren adicionarles un nuevo elemento: que sean biodegradables.
''Va a llegar un momento en que en muchas partes del mundo se pongan reglas que indiquen que si los envases no son biodegradables no van a poder entrar. Nosotros estamos preocupados por este tema. Por eso estamos experimentando con derivados de polímeros naturales y haciendo pruebas con algunas frutas'', afirma el ejecutivo de San Jorge Packaging y eso es una innovación mundial, que no ha hecho ninguna de las empresas extranjeras de la competencia.
