La alimentación siempre ha sido un factor estratégico del desarrollo humano. En los últimos 50 años Europa ha atravesado un período de abundancia, situación que ingenuamente considerábamos indefinida. La tendencia de los últimos años y las previsiones realizadas por organismos oficiales como la Comisión Europea, la OCDE o la FAO vienen a cuestionar esta supuesta estabilidad en la UE. Acontecimientos mundiales como el aumento de población, la pérdida de tierras cultivables, la previsible incidencia del Cambio Climático (por ejemplo, mayores y más frecuentes sequías), nos conducen ineludiblemente a la necesidad de un notable incremento de la productividad agraria. La propia FAO anuncia que la producción agraria mundial deberá incrementarse en un 30% en 2030 y duplicarse en 2050 si queremos satisfacer las necesidades alimenticias de una población que alcanzará los 9.000 millones de personas, por todo ello, y con motivo de la celebración mañana jueves del Día Mundial de la Alimentación, ASAJA reivindica un cambio radical en la actual política europea, que mantiene tics de épocas pasadas y no fomenta el incremento productivo que la situación actual exige.
A corto plazo, en el presente ejercicio, con los stocks mundiales más bajo de los últimos 28 años, el desequilibrio entre oferta y demanda ha provocado graves tensiones en los precios de los alimentos, que en algunos casos han duplicado su precio. Pese a que en las últimas semanas, con la retirada de algunos fondos especulativos, los precios en origen han bajado a los niveles de hace dos campañas, bajada que sin embargo, no ha repercutido en el consumidor final.
En esta situación es crucial que Europa utilice todo su potencial tecnológico para incrementar la productividad y contribuir a equilibrar oferta y demanda. Sin embargo, desde la Comisión Europea se mantiene la inercia de los años 80, cuando ante el éxito de la PAC, los stocks se acumulaban en los almacenes comunitarios. En estos momentos es un contrasentido reducir las ayudas de la PAC e igualmente es un contrasentido prohibir que los agricultores europeos puedan emplear las nuevas variedades biotecnológicas que han permitido duplicar la producción de algodón, soja y arroz en los países extracomunitarios que llevan más de doce años empleándolas.
El último error de la Comisión tiene aún alguna posibilidad de enmienda. En estos momentos se encuentra en fase de revisión la Directiva 91/414 que regula el empleo de los productos fitosanitarios en la agricultura. El borrador de Reglamento que sustituye a la mencionada Directiva, endurece las condiciones de acceso a productos básicos para la protección de los cultivos frente a las plagas, y cambia el criterio actual, basado en el análisis de riesgos, por otro mucho más restrictivo que clasifica cada sustancia en función de características intrínsecas que definan su peligrosidad. Si este cambio normativo prospera los principales cultivos de la agricultura mediterránea (hortícolas, cítricos, algodón, vid, olivar) sufrirían un descenso de producción de entre el 50 y el 80%, lo que además de un golpe mortal a regiones con una agricultura típicamente mediterránea como Andalucía, donde se perderían 50 millones de jornales y más de 3.000 millones de euros, provocaría un incremento inmediato del precio de muchos productos básicos. Aceite de oliva, tomates, cebollas, calabacines, patatas o naranjas triplicarían su precio en una sola campaña, tras la entrada en vigor de la nueva normativa.
La actitud de los gobernantes europeos debe ser más responsable, es crucial que reconozcan el papel estratégico de la agricultura y que potencien las nuevas tecnologías y todas aquellas medidas que permitan incrementar la producción de nuestras explotaciones, de lo contrario serán los responsables directos la crisis de este sector básico, y de las consecuencias que de ello se deriven para la alimentación de la población comunitaria.
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