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Precios alimentos

Por qué se disparó la carrera del precio mundial de los alimentos

El FMI y el Banco Mundial se reunieron el fin de semana pasado en Washington y se preveía que el tema excluyente iba a ser la crisis crediticia

25/04/2008 clarin

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Decisiones económicas, y sequías; demografía y especulación: todo confluye para enviar a niveles peligrosos el precio de los alimentos. La burbuja de los commodities agrícolas sigue creciendo.

El FMI y el Banco Mundial se reunieron el fin de semana pasado en Washington y se preveía que el tema excluyente iba a ser la crisis crediticia. Pero cuando terminó la reunión el lunes, el eje de las tensiones de la economía mundial parecía haberse desplazado hacia un fenómeno que está causando tumultos en varios países del mundo y obligando a los gobiernos a tomar medidas comerciales extraordinarias: la suba imparable del precio de los alimentos.

La imagen del jefe del Banco Mundial, Robert Zoellick, que enarbolaba un pan y una bolsa de arroz frente a las cámaras, ayudó a poner de relieve la situación de emergencia: los alimentos básicos subieron un 83% en los últimos tres años, dijo. Dentro de ese promedio se esconden subas aún más violentas en alimentos que no tienen sustitutos, como el arroz, el maíz y el trigo. El arroz subió cerca del 60% desde enero (y aun así Filipinas, el mayor importador del mundo, en una licitación del jueves sólo consiguió oferentes para dos tercios de lo que pretendía comprar).

El trigo subió 130% de marzo a marzo. El maíz, hoy atrapado en una guerra de pronunciamientos sobre la sensatez o inconveniencia de convertirlo en combustible para autos, está un 35% más caro que a principio de año. Por aumentos como ésos, 33 países, desde México a Yemen, podrían estar al borde de revueltas sociales, advirtió el Banco Mundial.

Para proteger sus mercados internos y contener la inflación, China, India y Rusia han subido este año los derechos a la exportación de alimentos. China, India, Egipto y Vietnam prohibieron o restringieron las exportaciones de arroz. Kazajstán, un importante exportador de trigo, podría suspender toda venta al exterior hasta septiembre. (Otros países, desde Perú hasta Burkina Faso, eliminaron aranceles a la importación.) El proteccionismo de emergencia adoptado por países que invocan la ''seguridad alimentaria'', desató alarmas entre los partidarios del libre comercio, que aseguran que esas intervenciones sólo van a exacerbar el problema de los precios, en un efecto dominó. La decisión de Vietnam de recortar un 22% sus exportaciones de arroz afectó los precios que paga Filipinas, ejemplificó la publicación sectorial Asia Pacific Food and Drinks Insight.

Acusados

El motivo más inmediato del salto de los precios es tan antiguo como la agricultura misma: malas cosechas. En Australia casi no llovió en un año. En el 2007 hubo sequías en Canadá y una helada seguida de lluvias excesivas deterioró la cosecha en EE.UU, el mayor exportador de trigo del mundo. Pero esas calamidades meteorológicas explican apenas una parte del ascenso abrupto de los precios.

Un factor del todo nuevo es la presión de los biocombustibles. Desde esta semana, el 2,5% de todo el carburante vendido en el Reino Unido debe ser elaborado a partir de plantas; para el 2010 el porcentaje debe llegar al 5,75%.

La Unión Europea aspira a que el 10% de todo su transporte se haga con biocombustibles para el 2020. En los EE.UU., un quinto de la cosecha del maíz se está derivando actualmente a la producción de etanol para motores.

Atraídos por el nuevo brillo del maíz, los agricultores redujeron otros cultivos, como la soja. Lo cual, a su vez, contribuye a una escasez mundial de aceite comestible. Parece mentira que el etanol y otros biocombustibles hayan pasado en menos de dos años de ser vistos como una respuesta bonachona al petróleo caro y el cambio climático a ser señalados como causantes de deforestaciones y otros desequilibrios. Estudios del Food Policy Research Institute, de Washington, estiman que la producción de biocombustibles explica entre un cuarto y un tercio del aumento reciente de los precios agrícolas mundiales.

Batallas diplomáticas están creciendo en torno al etanol. En la Unión Europea, el primer ministro británico Gordon Brown se declaró días atrás partidario de revisar las metas de sustitución del petróleo; pero su colega alemana Angela Merkel (igual que el presidente Lula en Brasil) defiende a los biocombustibles de lo que ve como ataques infundados. ''Cuando cien millones de chinos empiezan a tomar leche, eso va a impactar en el precio de los alimentos'', dijo, mientras visitaba una planta de producción.

Merkel el mes proximo visitará Brasil, donde Lula dijo el miércoles que ''la comida es cara porque el mundo no estaba preparado para que millones de chinos, de indios y de africanos comieran tres veces al día''.

En Washington, el apoyo al etanol sigue siendo sólido. Y el lobby maicero ha sido virulento en su defensa contra los cuestionamientos dirigidos por organismos extranjeros y ONG a la novedosa batalla entre platos y tanques . '' El etanol se hace de maíz'', dijo el senador republicano de Iowa Charles Grassley. ''Y apuesto a que si a ellos les ponen por delante un bushel de maíz ninguno se lo come''.

''Hay para todos''

Aun cuando el etanol no explica la mayor parte del aumento de los precios de los cereales, es un factor fácil de culpabilizar. No sucede lo mismo con el otro gran acelerador de la demanda, el crecimiento de las clases medias en China y otros nuevos países industrializados. En 1985, el chino promedio comía 20 kilos de carne por año; ahora come 50. Para engordar ese ganado se usa gran cantidad de granos. Muchos argumentos neomalthusianos han empezado a sonar, y se harán más insistentes si la crisis alimentaria se profundiza. Pero u n panel de 400 científicos que elaboró para la ONU un flamante informe sobre prácticas agrícolas asegura que el mundo produce alimentos suficientes para todos, más allá de que 800 millones de personas pasen hambre (ver ''Un panel'', en esta página).

En el último número de Food and Drinks Insights, especialistas del sector hacen notar que, demanda aparte, un factor nuevo que viene afectando la oferta agrícola, es la frecuencia cada vez mayor con la que los agricultores se pasan de un cultivo a otro percibido como más rentable.

Alimentos como inversión El Banco Mundial dice que los precios de los alimentos seguirán altos este año y el que viene y probablemente se mantendrán por encima de sus niveles del 2004 hasta por lo menos el 2015.

La FAO, por su parte, prevé tres años duros y luego una estabilización de precios (en la medida en que los agricultores plantarán más, algo que ya ha comenzado a ocurrir con el trigo y el maíz).

Desde su posición de inversor y gurú, George Soros señaló esta semana que el actual boom de los commodities -siete años seguidos de suba de alimentos, petróleo y metales- todavía está en ''fase de crecimiento'' y habló de una ''burbuja generalizada'' de materias primas. A los fenómenos de escasez se suma el hecho de que fondos de pensión y otros inversores mueven cada vez más dinero hacia el trigo, el cobre y el petróleo, más rendidores en lo que va del año que las acciones y los bonos. Según el Citigroup, las inversiones en commodities subieron más de un 20% en el último trimestre, a 400.000 millones de dólares.

Los expertos establecen una relación entre el alza de precios agrícolas y los precios récord del petróleo: usado en fertilizantes y otros insumos, el petróleo caro encarece tanto la producción de los alimentos como su distribución.

''Un fenómeno inesperado''

Por Jorge Todesca | ECONOMISTA. EX VICEMINISTRO DE ECONOMIA

a magnitud y persistencia del alza internacional en el precio de los alimentos es un fenómeno inesperado. De alguna manera, en estos días resuenan los ecos de la lúgubre teoría de Thomas Malthus, que a fines del siglo XVIII propugnaba que el crecimiento de la población iba a enfrentarse con una crisis terminal de oferta de alimentos. Estamos lejos de esa amenaza.

A la inversa, es una buena noticia que millones de consumidores hayan elevado la calidad de su alimentación. Pero hay un desbalance fuerte entre la oferta y la demanda, que se resolverá cuando la producción mundial aumente lo suficiente, tal como ocurrió en el pasado. Entretanto, los mayores precios castigan los bolsillos de los consumidores, en especial de los países subdesarrollados. Ha habido fuertes protestas por este motivo en Haití, México, Indonesia, Egipto y Pakistán.

La Argentina está en una encrucijada. Somos un país rico en producción de alimentos y pobre conforme al nivel de ingresos de la mayoría de la población. Para los productores de alimentos, los mayores precios resultan una gran oportunidad, aunque sus costos también están creciendo.

Para muchos ciudadanos son una amenaza. Se necesita encontrar un camino inteligente para administrar esta contradicción ineludible. De lo contrario, será la Argentina la que pierda la oportunidad.

Los mayores precios de los alimentos no derivan tan sólo de la mayor demanda internacional.

También estamos pagando los costos de sistemas de comercialización obsoletos, ineficientes y poco transparentes que han perdurado a lo largo de los años.

Una suerte de triángulo de las Bermudas, en que se pierde parte del esfuerzo del Gobierno y los productores, sin ningún beneficio para los consumidores. Modernizar la cadena comercial es una tarea imperiosa.

Pero la clave para administrar esta contradicción entre precios remunerativos para los productores y accesibles para los consumidores pasa por poner en marcha políticas selectivas. Es erróneo pretender controlar todos los precios de los alimentos para todos los consumidores. Pero es posible operar sobre una base selectiva de productos, combinando estímulos y compromisos de los productores y subsidios a los consumidores de menores ingresos.

Desde luego, se requieren programas de mediano plazo tanto en materia agrícola como ganadera. Pero no nos engañemos: aunque se pusieran en marcha ya mismo, pocos efectos tendrían en el corto plazo.

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