La dieta juega un papel protector frente a problemas cardiovasculares y algunos tipos de cáncer. De ahí la relevancia preventiva de una alimentación saludable. Si a la falta de este componente protector se le añade un factor de riesgo evitable, las posibilidades de contraer una enfermedad aumentan. Este es el caso de un alto porcentaje de fumadores, que siguen dietas notablemente desequilibradas. Tabaquismo y alimentación poco adecuada se potencian mutuamente, al tiempo que se multiplican los riesgos para la salud.
Diferencias alimentarias entre fumadores y no fumadores
Diversos estudios que evalúan los hábitos dietéticos de varias poblaciones, incluyendo la nuestra, han observado que fumadores y no fumadores difieren en la selección de alimentos de su dieta habitual y, por lo tanto, su consumo de nutrientes también es diferente.
Según datos del ''Scottish Heart Health Study'', los fumadores tienen una noción más pobre de lo que se considera una dieta sana en comparación con los no fumadores. Además, el conocimiento del riesgo de enfermedad coronaria y la intención de mejorar su estilo de vida son peores que los de las personas que no fuman, ya que en los países industrializados el consumo de cigarrillos es la mayor causa de enfermedades que se pueden prevenir y de muerte prematura. Puesto que se ha probado el papel preventivo de los antioxidantes de la dieta, los fumadores deberían acceder a una información dietética que les permitiera mejorar sus hábitos alimentarios.
Una alimentación incorrecta es el segundo factor de riesgo de cáncer después del tabaco. De hecho, aproximadamente un 30% de los tumores tienen como base una alimentación deficiente.
Pocos vegetales y mucha carne y alcohol
Los fumadores consumen pocas frutas y vegetales, lo que se traduce en una ingesta pobre de nutrientes que, precisamente por fumar, necesitan en más cantidad. Algunos minerales y oligoelementos como el selenio y vitaminas antioxidantes como las vitaminas E, C y carotenoides se ingieren en mucha menor cantidad de lo que se debería. Las concentraciones de vitamina C en suero y en leucocitos son inferiores a las de las personas que no fuman. Esta vitamina, considerada el principal antioxidante hidrosoluble, reduce la producción de radicales libres que ocasiona el tabaco y que resultan dañinos para las grasas, las proteínas y el DNA (código genético) de las células.
La fibra, presente sobre todo en vegetales y cada vez más en alimentos enriquecidos, también es un nutriente casi inexistente en la dieta de los que fuman. Entre otras muchas funciones, aumenta la microflora intestinal, favorece la producción de ácidos grasos de cadena corta y disminuye el pH local y la producción de sustancias carcinógenas.
La carne de cerdo gana en preferencias a las carnes blancas como la de pollo y los pescados. Además, en la mayoría de estudios se ha observado que los fumadores toman más mantequilla que los que no fuman. La traducción al ámbito nutricional coincidiría con que el patrón de consumo de más grasas saturadas ejerce un efecto negativo en relación con el desarrollo de arterioesclerosis. El tabaco tiene una gran influencia en el desarrollo de esta enfermedad. En este caso el exceso de grasas saturadas se estaría sumando al tabaco, multiplicando las posibilidades de que las arterias se degeneren con las consiguientes consecuencias para el sistema cardiovascular.
El consumo de alcohol parece estar incrementado en los fumadores, lo cual es muy significativo. Teniendo en cuenta que el tabaco es el principal factor de riesgo en el cáncer de boca, si además el paciente bebe, consigue que el alcohol debilite la mucosa de la cavidad oral y la haga más vulnerable al efecto dañino de la nicotina.
Otro problema es la sal, condimento que toman en mayor cantidad los fumadores que los que no fuman. El exceso de sal agrava la hipertensión arterial, lo que se suma al resto de riesgos cardiovasculares que presentan estas personas.
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