Sólo hay que fijarse un poco cuando se camina por la calle para darse cuenta de que el número de niños obesos es cada vez mayor. El porcentaje de menores con un exceso de kilos se ha quintuplicado en 25 años. En 1984 sólo el 4% de los chiquillos sufría obesidad, mientras que en la actualidad la cifra es del 20%. Dos son los motivos principales de ese crecimiento, según las conclusiones de los expertos que han indagado en este asunto: una dieta inadecuada y la ausencia de ejercicio físico. A esos factores se ha sumado la crisis que padece España, que ha aportado otro elemento que ha acentuado el problema. Muchas familias, ante la falta de recursos, consumen más alimentos precocinados o de comida rápida. Es una dieta que favorece que los menores engorden.
Pizzas, hamburguesas, perritos calientes, patatas fritas y bollería industrial son productos más baratos y asequibles que otros recomendados en la llamada dieta mediterránea. En una época de recesión, las economías domésticas recortan gastos de todos lados. Eso hace que se reduzca la ingesta de alimentos saludables, que cuestan más caros, con el consiguiente perjuicio para los niños, que al tomar mucha comida rápida o basura incrementan su peso.
La unión de una alimentación incorrecta -con un exceso de grasas saturadas- y del sedentarismo -los menores hacen mucho menos ejercicio del que deberían- se traduce en que se dispare la obesidad o el sobrepeso, según los especialistas en la materia.
COMER BIEN
Los hábitos alimentarios se adquieren entre los dos y los cinco años de edad por motivos genéticos y culturales. Por tanto, es aconsejable enseñar a comer bien a los pequeños desde muy pronto. Es la forma idónea de acostumbrarlos correctamente y potenciar su salud, indica el jefe del servicio de pediatría del Hospital Materno Infantil, Antonio Jurado.
Sin embargo, esa educación alimenticia brilla por su ausencia con frecuencia. ¿Y qué pasa? Pues que los chavales se habitúan a la comida basura, la bollería industrial y las bebidas azucaradas o hisotónicas en detrimento de legumbres, hortalizas, verduras, frutas, carne de pollo y pescado. En su dieta hay un exceso de calorías y más carne roja de la cuenta. Por si fuera poco, beben menos agua y leche de la que necesitan.
Uno de los aspectos negativos de la nutrición de los críos es que no hacen un desayuno fuerte. Como a media mañana les entra hambre, recurren a la pastelería industrial, las patatas fritas de bolsa y los zumos artificiales, productos que son una fuente para ganar kilos.
MENOR ACTIVIDAD FÍSICA
Queda claro que una dieta mala conduce a coger peso inevitablemente, pero no es menos nociva la falta de actividad física entre los menores. Los chavales pasan mucho tiempo delante de la pantalla de un ordenador, la televisión o jugando con las videoconsolas. En cambio, apenas hacen deporte o practican juegos en los que quemen calorías.
Los niños deberían realizar al menos una hora de ejercicio físico al día. Para ello, nada más fácil que bajar a la calle a correr, pasear el perro, en caso de tenerlo, o montar en bicicleta, por poner algunos ejemplo beneficiosos para enfrentarse al sedentarismo. Si hace cuatro o cinco décadas los chicos pasaban gran parte de su tiempo libre jugando en calles y plazas, hoy en día eso es algo testimonial. La falta de seguridad de la vía pública y la ausencia de espacios sin coches imposibilita ese tipo de actividades.
TAREAS DOMÉSTICAS
De todas formas, hay infinidad de maneras de mover el cuerpo. Algo tan simple como colaborar en las tareas domésticas favorece el ejercicio y la disminución de grasa, afirma el jefe del servicio de pediatría del Materno. Para el doctor Jurado, todo lo que sea estar mucho tiempo sentado propicia engordar. Por contra, el deporte es una fuente de salud y ayuda a quemar las calorías. Por eso, se aconseja que los menores practiquen de tres a cinco días a la semana fútbol, natación, patinaje, carreras, baloncesto, etcétera, durante al menos veinte minutos.
Actividades como el baile o las artes marciales también son recomendables en la lucha contra el exceso de kilos. El gran enemigo a combatir es el sedentarismo en la infancia. Un niño que se mueve y hace ejercicio con regularidad tiene muchas garantías de ser un adulto sano.
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