Gustavo Idígoras tal vez sea el argentino que más conozca el vasto e intrincado universo de las regulaciones comerciales europeas. Desde mediados de 2003 y hasta el 1° de este mes, fue consejero agropecuario argentino en Bruselas, donde la Unión Europea (UE) toma las grandes decisiones.
De vuelta en el país, y algo alejado de la coyuntura, Idígoras trazó un panorama sobre los desafíos comerciales que enfrentará el sector de los alimentos. Los principales importadores de alimentos siguen siendo los países desarrollados, entre ellos los 27 miembros de la UE. ''Europa importó alimentos por más de 100.000 millones de euros el año pasado, y sus compras tienen una tasa de crecimiento anual del 5%. Los dos principales abastecedores de este mercado son Brasil y la Argentina, que en conjunto proveen el 24% de los alimentos y piensos que importa la UE en valor'', explicó.
Para el especialista, que acaba de abandonar la administración pública, el mercado mundial de alimentos plantea cinco grandes desafíos.
Biotecnología. ''Europa tiene una política retrasada y bastante ideologizada para lograr la aprobación de eventos transgénicos basados en fundamentos científicos. Esto afecta la capacidad de exportación de nuestros países'', dijo Idígoras. Este año, Estados Unidos sufrió las consecuencias de estas regulaciones, cuando quedó fuera del mercado europeo al descubrirse en un embarque de soja un organismo genéticamente modificado (OGM) no aprobado.
Exigencias sanitarias. Europa está en un proceso de revisión de su Política Agrícola Común (PAC), en la que progresivamente van abandonándose los subsidios directos a la producción para convertirlos en asistencia específica para el desarrollo rural. Esto está afectando la producción y generando protestas, como las que ya se han visto en Francia y España. ''Por eso, la Comisión Europea está aplicando una nueva herramienta de control de las importaciones, que es básicamente su política sanitaria. Ahora, los controles sanitarios tienen que ver con el concepto de higiene de los alimentos, para lo que se ha establecido una lista bastante extensa de nuevos requisitos, con los cuales varios países del norte de Africa, Medio Oriente y América Central están teniendo dificultades'', afirmó Idígoras.
Política arancelaria. Europa es una fortaleza arancelaria; ingresar un producto con valor agregado es casi imposible, aunque los precios que pagan los europeos muchas veces reducen las barreras. ''Por ejemplo, en la carne vacuna se paga un arancel de 3 euros por kilo, que ahora el precio pagado por el consumidor permite absorber. Pero en otros sectores todavía es imposible: en pastas, el arancel es 100%, y los cereales para desayuno llegan con un arancel de 173 euros por cada tonelada'', explicó el ex agregado agrícola ante la UE, para quien ''la agroindustria argentina debería tomar la decisión de llevar este tema adelante, porque es la única forma de aumentar las oportunidades de producción y exportación''.
Certificaciones medioambientales. Dentro de dos o tres años, los europeos sabrán el nivel de emisiones de efecto invernadero generadas en la producción de cada alimento. Y es probable que se fijen límites a esa contaminación. ''La Argentina tiene una condición geográfica que va en contra de ese tipo de exigencias por el tipo de transporte usado y las grandes distancias. Las industrias cárnica, oleaginosa y lechera no tomaron conciencia de la importancia de este tema'', afirmó el especialista.
Estándares privados. Las grandes cadenas de supermercados concentran el 60% del poder de compra de alimentos en la UE y empiezan a fijar estándares de calidad aún más exigentes que los estatales. ''El comercio va a dejar de ser sólo una cuestión de alimentos y deberemos tener hombres de negocios conocedores del medio ambiente'', opinó Idígoras.
¡Plazo de matrículación abierto!