Alan de Janvry, codirector del reporte ''Agricultura para el desarrollo 2008'', del Banco Mundial señala que actualmente, asistimos a una acumulación de crisis (alimentaria, energética, financiera, del clima, del agua), que plantea una nueva coyuntura en la forma de aprovechar lo que puede hacer el agro para enfrentar el problema de la seguridad alimentaria y a la vez reducir la pobreza rural.
Un primer tema en esta problemática es que, si bien los precios de los alimentos han sufrido una caída en los últimos meses (debido a la desaceleración del crecimiento mundial), estos se mantienen por encima de los promedios de hace tres años.
''No sabemos a qué nivel van a estabilizarse estos precios [...], pero vamos a tener precios más altos (que hace tres años) y, además, habrá mucho más inseguridad (volatilidad) en los precios'', declaró De Janvry, durante el XIX Seminario Anual CIES 2008.
Ello tiene implicancias muy graves, en cuanto a cómo los países deberán manejar el problema de la seguridad alimentaria, dado su alto costo social (aumenta la pobreza, tiene consecuencias irreversibles en el desarrollo físico y educacional de los jóvenes), económico y político (inflación, balanza de pagos, gasto fiscal, movilización social).
Aun cuando en los últimos meses los precios internacionales de los alimentos han estado cayendo, De Janvry advierte que la actual crisis alimentaria mundial no ha sido solucionada.
La crisis financiera ha bajado los precios de los productos agrícolas a través de su efecto en los ingresos (demanda), pero no ha resuelto las condiciones de oferta que condujeron a la crisis de precios que se inició hace tres años, explica.
''Las respuestas a la crisis alimentaría han sido principalmente de corto plazo, enfocadas a los consumidores (reducir aranceles, subsidios al consumo, red de seguridad social), pero poco se ha hecho por el lado de la producción y de la pobreza rural''.
Por ello, anticipa que ''el alza de los precios de los alimentos volverá con la recuperación del crecimiento (mundial) y de la demanda de energía''. En consecuencia, prevé que en el futuro se tendrán precios más altos (que hace tres años) y más volátiles.
Por ello, sugiere dar más atención a la seguridad alimentaría, es decir, a la producción de alimentos, y canalizar una mayor inversión pública hacia el sector rural.
Ello requiere una mayor atención a ese sector. Sin embargo, los gobiernos (y donantes) han descuidado la producción agrícola en los últimos 25 años. Esto se ve, por ejemplo, en el gasto público destinado a este sector.
El experto del Banco Mundial refiere que la agricultura no es un sector como los demás, enfrenta muchas fallas de mercado (crédito, seguros, información) por lo que necesita un Estado fuerte y proactivo.
Pero ningún Estado funciona solo. Se necesita de una sociedad civil organizada, con capacidad de exigir, y con productores que puedan competir en los mercados internacionales, y para exigir rendición de cuentas por parte de las autoridades estatales.
Se necesita reconfigurar la institucionalidad pública en apoyo al crecimiento agrícola, ya que los Ministerios de Agricultura ya no cumplen sus antiguas funciones. Estas se han redefinido y hay dimensiones nuevas: desarrollo rural, medio ambiente, contratación con las cadenas, economía rural no agrícola, que en cierta forma pertenecen a otras ramas de la economía.
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