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ESPAÑA

Tecnología alimentaria

Los avances en tecnología alimentaria y su repercusión social

El consumidor sigue con cautela la implantación de las nuevas tecnologías alimentarias que van emergiendo.

08/04/2009 Consuma seguridad - Eroski

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Transgénicos, nanotecnología, clonación, irradiación o el desarrollo de ''nuevos alimentos''. Estos son algunos de los términos con los que los consumidores se van familiarizando poco a poco. Fruto de una importante actividad tecnológica en los últimos años y en respuesta, en algunos casos, a crisis alimentarias, la ciencia ha intentado, e intenta, ofrecer al consumidor alimentos cada vez mejores y más seguros. Pero, ¿cómo percibe el consumidor estas novedades tecnológicas?, ¿los tecnólogos tienen en cuenta su opinión a la hora de focalizar sus estudios? Por ejemplo, hay estudios que demuestran que no todos los consumidores perciben el uso de la genética como un riesgo para la seguridad alimentaria, y los que lo hacen, muchas veces, no coinciden en las razones.

Saber qué es lo que los consumidores conocen y comprenden sobre los avances en tecnología alimentaria y cómo lo relacionan con la seguridad de los alimentos que adquieren es una tarea cuanto menos laboriosa. Hasta hace poco las metodologías para determinar cuál es el grado de ''cultura científica'' se han centrado en dos valores: la confianza y la desconfianza. Y en función de estas dos variables se han realizado numerosos estudios para valorar el grado de aceptación que tienen algunos de los principales avances alimentarios.

Uno de los últimos análisis lo ha llevado a cabo la Food Standards Agency (FSA, en sus siglas inglesas) del Reino Unido, que ha recopilado datos desde 1999. La investigación concluye que los consumidores siguen con cautela las nuevas tecnologías alimentarias que van emergiendo, especialmente las que están relacionadas con los organismos modificados genéticamente (OMG), que son las que mayor preocupación y recelo generan.

ENTRE LA CAUTELA Y LA INCERTIDUMBRE

La brecha entre la ciencia de los alimentos y la percepción de los consumidores se traduce en cierto recelo sobre el uso de determinadas técnicas.

Si bien la principal prioridad de las autoridades en materia de alimentación es garantizar que los alimentos que llegan al consumidor sean lo más seguros posibles, conseguirlo pasa por aplicar todas las medidas más adecuadas, pero además por ser ''conscientes de cómo las personas reciben las nuevas tecnologías''. Durante los últimos diez años ha habido una intensa atención hacia este tipo de tecnología, que ha dado sus frutos en forma de OMG o animales clonados. Además de los retos que han planteado a la comunidad científica, estos avances han tenido su huella en la opinión pública, que muestra ciertas lagunas de comprensión. Algunas de estas dudas se refieren a cómo afecta toda esta actividad a los consumidores a la hora acceder a un determinado alimento.

El tono general es, según el análisis británico, de ''inquietud, incertidumbre y, en algunos casos, rechazo'', a pesar de que ciertos grupos consideran que se trata de otra parte de la ''producción primaria'' de los alimentos. El rechazo está provocado sobre todo por el nivel de comprensión, que es bajo, a excepción de la actitud ante los alimentos funcionales, que se perciben como saludables y con un riesgo mínimo. La información juega un papel clave en todo este proceso. Según los resultados del ''Eurobarómetro 2001: Ciencia y Tecnología en Europa'', realizado sobre unas 1.000 personas de cada Estado miembro de la UE (excepto Alemania, el Reino Unido y Luxemburgo), los europeos consideran que la información que reciben sobre ciencia y tecnología en general es ''pobre'', aunque de los entrevistados el ''45% considera que sí está interesado''.

En el ámbito de la industria agroalimentaria, el 50,6% de los reproches ''se concentran en los científicos'', aunque el 44,6% considera que no tiene ''suficiente información'' para decidir. En otra investigación, esta vez desarrollada entre 1999 y 2000 por la Oficina de Ciencia y Tecnología de Londres, y titulada ''Ciencia y público: una revisión de la comunicación científica y la actitud pública'', la mayoría de consumidores británicos resaltan que los científicos e ingenieros no son ''realmente como nosotros'', y algunos admiten incluso que se fundamentan en ''probar cosas sin valorar los posibles riesgos''.

PÉRDIDA DE CONTROL

El cambio de hábitos en la alimentación que se ha producido en los últimos años, periodo en el que cada vez se valora más ''lo natural'' frente a ''lo manipulado'', con menos aportación tecnológica en la producción, ha ocasionado en gran medida el hecho de que algunas de estas tecnologías se vean con cierto recelo. Es el caso sobre todo de los OMG. A pesar de que la confianza del consumidor español hacia este tipo de alimentos es escasa, aumenta de forma lenta pero sostenida, según los datos del Barómetro de Consumo 2007, informe sociológico concebido por Fundación Eroski.

Según un estudio realizado por expertos de la Universidad de Gante (Bélgica), los consumidores no perciben de forma positiva la producción actual de alimentos, en la que hay una importante participación de la tecnología, y esto contribuye a que la aceptación sea baja. La labor para aumentarla debe fundamentarse, aseguran los expertos, en mejorar la comunicación tanto sobre las técnicas utilizadas como sobre los efectos en los alimentos y la posibilidad de elegir, de forma libre, si quieren o no acceder a este tipo de alimentos. Se trataría de dar mayor apoyo a la aplicación de la biotecnología alimentaria para que la ''opinión pública'' internalice conceptos vinculados a la ingeniería genética, según un informe de la Red de Cooperación Técnica en Biotecnología Vegetal (REDBIO).

Este informe recogía en 2001 la necesidad de dejar claro al consumidor que este tipo de tecnología pretende ''mejorar los cultivos'' y que la modificación ''no es ni nueva ni peligrosa''. En esta línea se expresaba el Protocolo de Cartagena, el primer acuerdo internacional que tiene como fin garantizar un nivel adecuado de protección sobre la transferencia, manipulación y uso seguros de los OMG.

CIENCIA DETRÁS DE LA ALIMENTACIÓN

La complicidad que se ha producido en los últimos años entre la tecnología y la alimentación queda patente en avances como:

Nanotecnología

La nanotecnología es la ciencia que trabaja a una escala de nanómetros (un nanómetro es una milésima de milímetro). Hay un cierto interés en usar esta técnica para mejorar la conservación de los alimentos, como alargar su frescura durante más tiempo y con la misma calidad. La ciencia de lo minúsculo puede también aplicarse para mejorar la absorción de vitaminas o reducir el contenido de grasa o sal en los alimentos.

Alimentos funcionales

Se trata de alimentos a los que se agregan uno a varios ingredientes con efectos beneficiosos sobre la salud humana. Un ejemplo podrían ser los yogures probióticos, leches enriquecidas o productos enriquecidos con sustancias antioxidantes.

Alimentos modificados genéticamente (OMG)

La modificación genética implica alterar los genes de una planta, de un animal o de un microorganismo o insertar genes de otro organismo. Algunos alimentos procedentes de esta técnica se pueden comercializar en la UE.

Animales clonados

Este tipo de reproducción, basada en la tecnología del ADN, implica la creación de un animal que sea una copia genética exacta de otro y reproduce los aspectos fisiológicos y bioquímicos de una célula en todo el organismo. El objetivo es crear un animal con la misma composición genética que su primogénito. Esta técnica aplicada a los animales destinados al consumo humano lleva años generando polémica sobre si es segura o no. En EE.UU. las autoridades sanitarias llevan tiempo valorando la calidad y seguridad de este tipo de alimentos.

Irradiación

Esta técnica se puede utilizar para eliminar las bacterias patógenas responsables de intoxicaciones alimentarias. Permite retrasar la maduración de la fruta y, en consecuencia, su deterioramiento. Se trata de un proceso que produce un efecto similar a la pasterización.

Nuevos alimentos

Se trata de un término que se aplica a las nuevas formas de procesar los alimentos, como el uso de altas presiones.

Marta Chavarrías

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