Una investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha puesto de manifiesto que los perfluorados utilizados en la fabricación de los envases que contienen alimentos infantiles y leche se traspasan a estos productos. No obstante, los niveles detectados en los análisis no son alarmantes.
Publicado en la revista ''Environmental International'', este trabajo señala la importancia de controlar la presencia de estos compuestos para asegurar que su ingesta no supera los niveles recomendados por las autoridades europeas de seguridad alimentaria.
El estudio, desarrollado en el Instituto de Diagnosis Ambiental y Estudios del Agua del CSIC, se enmarca en un proyecto europeo financiado por el séptimo Programa Marco para desarrollar métodos analíticos rápidos para el control de diferentes familias de contaminantes que se implementen en laboratorios alimentarios.
Este método, que se basa en uso de la cromatografía de líquidos, acoplada a la espectrometría de masas, permite detectar hasta ocho compuestos perfluorados con un ''alto nivel de sensibilidad''. Fruto de ello, los investigadores han señalado que los niveles de contaminación hallados ''no son preocupantes'', aunque deberían controlarse para comprobar que su incidencia no aumente.
Los perfluorados forman parte de los denominados ''contaminantes emergentes'', ya que antes no se había considerado que pudiesen tener efectos sobre la salud o el medio ambiente. Estos compuestos se utilizan en numerosos procesos industriales por su resistencia al calor y por su capacidad de repeler el agua y el aceite.
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