Cada 16 de octubre celebramos el Día Mundial de la Alimentación y este año lo hacemos con cifra record de hambrientos en el mundo. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), más de un millón de personas sufren hambre crónica. El lema elegido en esta vigésima edición ha sido “Unidos por el hambre”, con el que se quiere reconocer el esfuerzo realizado a nivel regional, nacional e internacional en la lucha contra el hambre. Pero lo cierto es que este lema también puede entenderse como un llamamiento a la humanidad, ya que el reto de erradicar el hambre, la pobreza extrema y la malnutrición es cosa de todos.
Los países ricos han sido capaces de desarrollar nuevas técnicas que han permitido multiplicar y mejorar los rendimientos agrícolas. Así, el sector primario ha conseguido responder al reto de alimentar a una población creciente, gracias al trabajo de agricultores, técnicos y administraciones. Hoy, continúan trabajando para dar de comer a una población que aumenta a gran velocidad y que, según los pronósticos, alcanzará la cifra de nueve millones de personas en 2050. Es decir, tendrán que producir un 70% más de alimentos. Un desafío que estos países pueden afrontar con profesionales cada vez más cualificados y con técnicas cada vez más modernas, que a la vez respetan el medio ambiente.
En los países pobres la situación no es tan alentadora. La capacidad técnica es mucho más limitada y la producción de alimentos depende sobre todo de pequeños agricultores. Según datos de la FAO, éstos y sus familias suponen más de un tercio de la población mundial. Y creemos que ellos son un eslabón clave en el objetivo de erradicar el hambre y la pobreza. Su contribución al desarrollo de las sociedades ha sido importante, pero lo sería aún más si tuvieran acceso a las técnicas y herramientas de las que disponemos en los países desarrollados y a la formación y preparación de nuestros técnicos.
Una idea que defendemos como ingenieros agrónomos y que intentamos materializar en la medida de nuestras posibilidades, apoyando a asociaciones y organizaciones que tienen como objetivo promover el desarrollo tecnológico en las zonas más desfavorecidas, a través de la formación y la investigación. Y todo ello porque creemos que si queremos, podemos erradicar el hambre.
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