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Yodo
Complemento de yodo durante la lactancia
La comunidad científica coincide en recomendar un suplemento de yodo durante el embarazo y hasta el final de la lactancia para favorecer el correcto desarrollo cerebral del bebé.
13/01/2011 Consumer.es eroski
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El yodo es un oligoelemento indispensable para la salud humana. La glándula tiroides lo necesita en cantidades mínimas pero determinantes para la síntesis de tiroxina, la hormona que modula el crecimiento y desarrollo de todos los órganos y, en especial, del cerebro. El aporte de yodo durante la gestación y la primera infancia es crítico para evitar la deficiencia, que puede afectar de manera negativa al desarrollo del cerebro y a la capacidad cognitiva. El feto recibe el yodo a través de la placenta y el recién nacido que amamanta, por medio de la leche materna. Si es este el caso, la madre tendrá que asegurarse que los alimentos que come le reporten yodo suficiente para cubrir sus requerimientos y los del bebé. La Organización Mundial de la Salud (OMS), en su última revisión, estima que las necesidades de yodo de la mujer embarazada y lactante aumentan hasta 250 microgramos (mcg) al día. Esta cantidad, por lo general, no se cubre con la dieta, por lo que la organización sanitaria propone un complemento extra de yodo desde el embarazo hasta el final de la lactancia.
Leche materna rica en yodo
El bebé a quien se amamanta depende por completo de su madre, la misma que le proporcionará a través de la leche la nutrición idónea para su crecimiento y desarrollo. La evidencia científica ha demostrado que son varios los nutrientes condicionantes de la salud de la madre y del bebé durante el embarazo y, algunos de ellos, también durante la lactancia. Son nutrientes específicos para el desarrollo óptimo de distintos órganos en los diferentes periodos. Es el caso del ácido fólico durante los primeros meses de gestación, del hierro en la segunda mitad del embarazo y las primeras semanas tras el parto, y del yodo y los ácidos grasos poliinsaturados omega 3 (DHA) hasta el final de la gestación y durante los meses que la madre dé pecho. En el caso del yodo, su aporte durante la gestación y la primera infancia es crítico para evitar hipotiroxinemia, un estado de deficiencia que afecta de forma negativa e irreversible al desarrollo del cerebro. Por ello es determinante que la mujer que planea tener hijos revise su dieta con tiempo con el fin de optimizar la calidad nutricional de los alimentos que la componen. Es una forma segura de evitar problemas derivados de la deficiencia o del exceso de algún nutriente.
En la ''Guía para la prevención de defectos congénitos'', publicada por el Ministerio de Salud, Política Social e Igualdad, se informa de que la mejor estrategia para evitar el déficit de yodo en la población general es el consumo habitual de sal yodada. Esta recomendación expresa de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y el Consejo Internacional para el Control de los Trastornos por Déficit de Yodo (ICCIDD), se debe respetar aún más en periodos de la vida donde las necesidades de este oligoelemento son mayores, como sucede durante el embarazo y la lactancia. Aun así, dada la trascendencia de una ingesta suficiente de este elemento, proponen considerar el consumo diario de un complemento de yodo (en forma de yoduro potásico) de 200-250 mcg durante todo el periodo de embarazo y hasta el final de la lactancia. Es la manera de que el bebé reciba a través de la leche materna la cantidad de yodo que necesita. Estos organismos sanitarios sugieren también una ingesta mínima suficiente de yodo de 150 mcg durante un tiempo antes de la concepción.
Alimentación selecta para la madre
De origen natural, los pescados y los mariscos son los alimentos de mayor concentración de yodo. Esto se traduce en un consumo regular, casi diario de pescado, como fuente del oligoelemento. El agua y los vegetales son alimentos que se deben considerar, si bien la concentración de yodo en ellos depende de la cantidad que haya en la tierra de cultivo y en las aguas de riego. Si el terreno es deficiente en yodo, los vegetales cultivados también lo serán.
Si no hay seguridad de un consumo suficiente del nutriente, en periodos sensibles como la infancia, el embarazo y la lactancia, las autoridades sanitarias proponen el consumo de sal yodada.
Las algas, al ser vegetales marinos, son otros alimentos que merecen un hueco en la dieta. Aunque son poco recurridas como ingrediente culinario, un consumo razonable y selecto de algas puede servir como un complemento nutritivo a la dieta en minerales (yodo, calcio, hierro), vitaminas (B12), fibra y proteínas. Las más ricas en yodo son las kombu, arame y dulse. Su facilidad de uso en la cocina -tan solo hay que ponerlas en remojo horas antes de su cocinado- y su sabor suave, hace que se puedan añadir a recetas tan sencillas como una sopa, unas legumbres o un plato de arroz.
YODO EN EL LACTANTE Y EN EL NIÑO PEQUEÑO
El desarrollo cerebral tiene lugar durante la vida prenatal y la primera infancia. Una deficiencia de hormonas tiroideas en estos periodos vitales puede afectar de forma negativa e irreversible.
Durante la primera mitad de la gestación, el feto utiliza las hormonas tiroideas de origen materno, mientras la glándula tiroides fetal comienza a funcionar de forma progresiva. Entre las 10 y 12 semanas de gestación, se estima que el tiroides fetal adquiere la capacidad de concentrar el yodo y sintetizar iodotironinas, un grupo de moléculas al que pertenecen las hormonas tiroideas triiodotironina y tetraiodotironina. La deficiencia de yodo es causa de hipotiroxinemia tanto en la madre como en el niño, una situación que puede dañar al cerebro en desarrollo.
A los 3 o 4 días después del nacimiento, se mide en los recién nacidos la concentración de tirotropina en sangre. Este dato se considera un indicador sensible de la deficiencia leve de yodo. En las zonas de grave carencia de yodo, la hipotiroxinemia puede causar cretinismo y afectar negativamente al desarrollo cognitivo en los niños, con retraso mental y serias anomalías neurológicas. Se estima que la media del coeficiente intelectual (CI) se reduce alrededor de 13,5 puntos. En palabras de la experta Gabriella Morrande, profesora de la Universidad Autónoma de Madrid e investigadora del Instituto de Investigaciones Biomédicas, ''los estudios epidemiológicos realizados en zonas con déficit de yodo en España indican que hay un 35% más de niños con un coeficiente intelectual menor de 100''. Otro dato llamativo de estos estudios es que el 70% de los niños registraban, además, Déficit de Atención e Hiperactividad.
Se acepta que la cantidad mínima de yodo necesaria desde el nacimiento hasta los 6 años es de 90 mcg al día. La leche materna, si la madre cuida su dieta y recibe el complemento adecuado, contiene más de 100 mcg por litro de yodo y cubre las necesidades del niño. A partir de los 6 meses y hasta los 3 años, el aporte de yodo necesario se consigue si se ingieren alimentos ricos en yodo, como los pescados, y sal yodada como condimento.