Un equipo de cooperantes de Acción contra el Hambre acaba de iniciar en Misrata y Ajdabiya, en el Golfo de Sirte (Libia) una distribución de leche que beneficiará a 45.000 personas.
“Si bien es cierto que los mercados están bien aprovisionados de alimentos, las familias no tienen dinero para comprarlos”, explica desde Adjabiya Joaquín Cadario, responsable de la distribución. Se trata más de un problema de acceso que de disponibilidad. “Las familias han perdido sus fuentes de ingresos: empresas que han cerrado, comercios que están trabajando a menos de la mitad de su capacidad, funcionarios públicos que no reciben con regularidad sus salarios… A esto se suma que los bancos no tienen dinero en su poder, y por lo tanto el circulante disponible es escaso”, continúa.
“Esta distribución –explica Joaquín- está teniendo un doble efecto: por una parte la leche es un alimento muy necesario en Ramadán y la población no puede comprarla, pero además esto es también un empujón anímico porque sienten que los actores internacionales les están ayudando”.
La subida de los alimentos y la falta de liquidez, problemas fundamentales
En Misrata la situación humanitaria sigue siendo extremadamente crítica. Los daños materiales son cuantiosos, con miles de casas dañadas, muchas de ellas completamente destrozadas, los casos de trauma psicosocial están aumentando, la accesibilidad a alimentos se está viendo gravemente mermada, las estructuras de agua, saneamiento y salud también han sido afectadas y las instalaciones educacionales han dejado de funcionar. Aunque en Adjabiya las necesidades básicas están prácticamente cubiertas, la población no puede afrontar la subida del precio de los alimentos básicos. El precio de la canasta básica (pasta, arroz, aceite, harina, azúcar, judías, lentejas) para una familia de 7-8 miembros oscilaba entre 150 y 250 dinares antes del estallido del conflicto. Según fuentes del Consejo Nacional de Transición, los precios actuales de los productos alimenticios han incrementado el coste de la misma canasta a 250-300 dinares.
Las familias de la zona han reducido de tres a dos el número de comidas diarias desde el inicio del conflicto. Los niños ya no toman leche a diario sino sólo una o dos veces por semana. La carne roja ha desaparecido de la dieta y la blanca se consume sólo los viernes.
Se estima que hoy existen en Libia 240.000 desplazados por la violencia, según datos de ACNUR. Se calcula en unos 100.000 el número de personas desplazadas en Misrata.
¿Retos a medio y largo plazo? “El reto principal para los actores humanitarios es impedir que la situación de las familias afectadas por el conflicto continúe deteriorándose: reforzar sus ingresos para garantizar su acceso a los alimentos hasta que la situación política permita acciones de rehabilitación de sus medios de vida”, explica Joaquín.
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