En 2007-2008 los precios de los alimentos a nivel internacional registraron incrementos sustanciales, lo que dio origen a la ‘crisis alimentaria mundial’.
En esos 2 años el índice de precios que elabora la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO) registró un incremento de 26%, los cárnicos aumentaron 14%, los cereales 40% y los lácteos 35%. Diversos factores indujeron esos aumentos: condiciones climatológicas adversas en varias partes del mundo, que redujeron la oferta de productos para consumo humano y animal, en especial la de granos; restricciones al comercio exterior en países exportadores por riesgos de desabasto; incrementos elevados de los costos de los insumos vinculados con el petróleo como fertilizantes y agroquímicos; y la utilización de productos agrícolas (maíz y oleaginosas) a la producción de biocombustibles en Estados Unidos para etanol y en Europa para biodiesel.
Ello repercutió en México con un rezago de 6 meses. Entre abril de 2008 y octubre de 2009 el índice de precios de los alimentos al consumidor aumentó 9.3%, lo que a su vez impactó en la inflación general, que alcanzó 5.6% en promedio, cuando se había mantenido en niveles de entre 3.5 y 4%. En ese periodo, lo productos que más contribuyeron a la inflación fueron los lácteos, cárnicos, pollo y huevo –que reflejaron el aumento del precio internacional de los granos–, la tortilla y el frijol.
Desde mediados del año pasado y a principios de éste, nuevamente se registraron presiones inflacionarias por los incrementos de precios de los alimentos, con evidentes efectos en el poder adquisitivo de la población, en particular de la más pobre. Entre junio de 2012 y mayo de 2013 los precios de los alimentos aumentaron 8.5% en promedio, tasa ligeramente inferior a la que se registró durante la crisis alimentaria, en tanto que la inflación general fue de 4.2%. Los productos con mayor impacto en la inflación fueron, una vez más, los derivados de la ganadería y la avicultura (carne de res, huevo, pollo y leche), jitomate, tortilla, frijol y cítricos. Sin embargo, a diferencia de 2008-2009, en ese periodo los precios internacionales de los alimentos registraron un aumento relativamente moderado, de sólo 0.3%.
Los factores que explican ese aumento de los precios de los alimentos en México son esencialmente de índole interno y no se comparan con 2008-2009. En algunos casos, se debe a aspectos sanitarios como la influenza en la avicultura, que no acaba de erradicarse, y la presencia de la plaga del dragón amarillo en los cítricos; climatológicos (la sequía que afecta al norte del país ha causado grandes pérdidas en la ganadería, que se suman a las de 2011); y estacionales en la época invernal, como el caso de algunas hortalizas (tomate, cebolla, chayote y pepino).
Las perspectivas en materia de precios tanto internacionales como en México para el futuro próximo son de una reducción de la volatilidad, en la medida en que se materialice el aumento de la oferta de alimentos que precisamente se ha derivado de los elevados precios en los últimos años, pero en niveles relativamente elevados.
Si bien ello tiene un impacto negativo en los consumidores, sobre todo en los de menores ingresos en la medida que destinan más de la mitad de su gasto al consumo de alimentos, la otra cara de la moneda es que ello se traduce en mayores ingresos para los productores agropecuarios y, lo que es más importante, en mayor estabilidad y certidumbre.
En este sentido, la situación previsible para el sector agropecuario es favorable y debe contribuir a impulsar su crecimiento. Para ello, será necesario reforzar las campañas sanitarias y la prevención de fenómenos climatológicos adversos, de manera que los precios atractivos sean aprovechables con incrementos de la producción.
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