Ser vegetariano no es para todos. Es algo que debes consultar con tu médico.
Escuché de todo: ''No es sano dejar la carne, yo pensaba lo mismo a su edad, ¿ya ven carnívoros?, hasta los niños entienden que está mal comer carne''. Ahora, ¿de verdad está mal, es sano o no?
Yo fui vegetariana casi dos años. Mi decisión fue tomada porque me he dedicado a la protección de los derechos animales unos añitos y uno se harta de ver esos videos. Porque te sientes incongruente cuidando perros, gatos, conejos, cuyos, pero no puercos, vacas, pollos. La verdad era muy divertido ser vegetariana: me obligaba a ver más allá del menú, a pensar más en lo que comía y a inventarme recetas.
Ahora, ser vegetariano no es para todos. Es algo que debes consultar con tu médico (en mi caso, volví a ser cuasi omnívora porque mi salud no aguanta ser vegetariano). Así que si estás pensando en mudarte a este estilo de vida, primero acude al nutriólogo y a tu médico general. De verdad es un cambio muy fuerte, que debe ser paulatino, gradual, y muy cuidado.
Mientras vas al médico, acá van mis recomendaciones para preparar tu mente al cambio:
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1. Has una lista de las guarniciones que más te gustan. No pienses en que son verduras o frutas o granos, piénsalas como guarniciones. Siempre pides el pollo con arroz, o con espagueti, o con tortillas, o con pan. Enlista tus acompañantes favoritos e identifica qué ingredientes tienen en común.
2. Ojo con los lácteos. Muchos vegetarianos cometen el error de sustituir la carne por quesos, leche, yogur y grasas lácteas; terminan provocándose una gastritis espantosa, porque la verdad, es que no estamos hechos para digerir lactosa de vaca. Ojo con esos antojos de quesadillas. Trata de ir dejando tu consumo de lácteos, y lentamente podrás sustituir la leche de vaca por leche de soya o almendra. Así podrás comer quesos por antojo y gusto y no por hambre.
3. Desintoxica tu cuerpo y prepáralo para un nuevo régimen. Si tu dieta actual tiene muchos refrescos, dulces, y alimentos procesados, comienza a dejarlos reduciendo por la mitad el consumo. Pasada una semana, otro tanto y así hasta que de verdad ya no los consumas. De esta manera, cuando empieces a dejar la carne será mucho más sencillo porque habrás eliminado lo más adictivo del menú: el azúcar.
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