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Alimentación Saludable
Una alimentación cada vez más desequilibrada
Cada vez se observan y reportan más casos de obesidad y sus consecuencias, como diabetes mellitus, enfermedades cardiovasculares e hiperlipidemias.
23/04/2014 -
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En la actualidad, la población mexicana sólo incluye en su alimentación cerca de 60 especies animales y vegetales, mientras que en la época prehispánica utilizaba hasta 200 variedades. Entre los alimentos que se están consumiendo en menor porcentaje se encuentran al amaranto, la chía, los quelites, los nopales, las tunas, las pitahayas, el garambullo (cactácea), el mamey y el zapote (amarillo, negro y blanco).
De acuerdo con el doctor Arturo Navarro Ocaña —investigador del Departamento de Alimentos y Biotecnología de la Facultad de Química (FQ) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), dichos comestibles suelen cambiarse por productos ricos en carbohidratos y grasas, como las sopas instantáneas, golosinas y frituras.
Las consecuencias de este fenómeno saltan a la vista, pues cada vez se observan y reportan más casos de obesidad y sus consecuencias, como diabetes mellitus, enfermedades cardiovasculares e hiperlipidemias (exceso de grasas en la sangre).
En el pasado
Se tiene referencia de que la gente que incluía en su dieta mayor diversidad de alimentos padecía menos enfermedades y finalizaba su ciclo de vida en mejores condiciones físicas y mentales. Al respecto, el doctor Navarro Ocaña refiere que los antiguos mexicanos poseían una gastronomía variada a base de vegetales, carnes blancas e insectos, a lo que se sumaban los productos obtenidos del maíz.
En lo anterior coincide el doctor Luis Alberto Vargas, investigador adscrito al Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) de la UNAM, al afirmar que las principales características de la alimentación prehispánica eran variedad y enorme cantidad de recursos locales. Además, durante esta época también fue de relevancia la llegada de nuevos productos y técnicas de preparación, las cuales modificaron sustancialmente la dieta de la población.
Así, al ingreso de los españoles al territorio se le atribuye la ingesta abundante de alimentos fritos, dulces y panes, tendencia que hasta la actualidad perdura y ha generado profundas raíces en gran cantidad de hogares mexicanos.
Siglos después, por influencia de Estados Unidos, comienza a invadir al territorio nacional la comida rápida, a la cual puede accederse desde modestas misceláneas, pasando por los carros ambulantes de hamburguesas y hot dogs, hasta las famosas cadenas transnacionales. Sin duda, lo anterior ha fomentado que el país pierda su tradición culinaria.
Efectos en la salud
¿Qué ha favorecido la problemática expuesta? La respuesta la da el doctor Luis Alberto Vargas al explicar que ello se asocia con tres sucesos: industrialización, estandarización y pérdida de variedad de los alimentos, cuya consecuencia es el creciente número de personas con sobrepeso u obesidad, lo cual ha generado incremento de los casos de diabetes y otros padecimientos asociados.
Tan sólo tomemos en cuenta que la diabetes mellitus es un importante problema de salud pública en México. En los últimos cinco años ha llegado a ocupar la primera causa de muerte, con 11 por ciento del total de las defunciones en ambos sexos, agrega Navarro Ocaña. En referencia a la edad, apunta que en los últimos años el padecimiento se presenta en personas de menor edad, cuando antes ocurría en individuos mayores de 50 años.
Ante dicha situación, los especialistas comienzan a dar los primeros pasos para recuperar nuestras raíces y mejorar las condiciones de salud de la población. Navarro Ocaña trabaja para que los alimentos tradicionales sean considerados funcionales, es decir, que favorecen la salud.
Una vez que se obtengan evidencias podrían ser clasificados de tal manera, pues además de tener sus características nutritivas, incluyen compuestos adicionales (bioactivos) que ayudan a mejorar el estado general del organismo y prevenir enfermedades crónicas; por ejemplo, cáncer, trastornos cardiovasculares y diabetes mellitus.
En este sentido, cabe destacar que un compuesto bioactivo puede ser considerado como tal si es ingrediente natural de los alimentos y no se encuentra en forma de cápsula, tableta o polvo; si es posible ingerirlo como parte de la alimentación diaria y si regula procesos específicos del cuerpo (mejorar los mecanismos de defensa o adelantarse a los padecimientos).
Los más importantes son los carotenos, los ácidos grasos poliinsaturados (omega 3, por ejemplo), los flavonoides, los ácidos hidroxicinámicos, los fitoesteroles y la fibra dietética soluble e insoluble, entre otros.
Proyecto ambicioso
En el laboratorio del doctor Navarro Ocaña se buscan las primeras evidencias para que los alimentos tradicionales de México sean considerados funcionales. Se estudia el xoconostle o tuna ácida –que contiene fibra dietética, alto contenido de vitamina C y antioxidantes–, yuca, nopal, aguacate criollo y mameyes para empezar, aunque se tiene una lista más amplia.
El proyecto se está efectuando en colaboración con el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, donde también se incluirá el análisis del chicozapote, chirimoya, coyol, giotilla, guanábana, níspero, pitahayas, calabaza, capulín y tuna, comestibles ancestrales para los mexicanos y otros que se han incorporado.
En cuanto se obtengan las bases de datos con la información de los distintos alimentos, será posible saber la cantidad que debe consumirse a diario. Asimismo, se posibilitará dar seguimiento a grupos consumidores con diferentes enfermedades y características raciales, sociales y económicas. La idea es proporcionar evidencias clínicas y epidemiológicas para que se extienda certificado a los alimentos funcionales, como aquellos cuyo consumo ayuda a la reducción o prevención de cierto padecimiento.