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ESPAÑA

Trastorno Alimentario

Ortorexia: Enfermar por comer demasiado sano

El trastorno alimenticio afecta al 28% de la población en los países desarrollados y lleva a una angustia perpetua por comer sano.

19/05/2014 Vanguardia

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Es un trastorno grave que termina en un doble deterioro del organismo por desnutrición.

 

Te entra hambre a media mañana. Vas a la máquina del café y, de paso, sacas un bollo de chocolate. De pronto alguien clama con voz de profeta: “¡No le pongas azúcar! Es malísimo por la glicación” (proceso químico debido al exceso de azúcar que lleva al envejecimiento prematuro). “¿Sacarina? ¡Peor aún! ¡Es veneno! Y el bollo ese es masa industrial, lleno de aditivos artificiales y químicos cancerígenos”. Acto seguido le hinca el diente a una manzana de agricultura ecológica y se va tan campante, convencido de ser el último baluarte de una dieta saludable.

Aunque, tal vez, sea un caso de persona ortoréxica. “A veces, entre el esfuerzo por comer sano y la obsesión por los alimentos dista solo un paso. Hablamos de un tipo de trastorno obsesivo que lleva al extremo la idea de una alimentación sana.

La persona que padece ortorexia desarrolla un control exhaustivo y cada vez más estricto de compontes de alimentos, procura ingerir comida orgánica, vegetal, no tratada con fertilizantes, sin conservantes, ni grasas saturadas”, señala Rubén Bravo, especialista en Nutrición del Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO).

Realizan un apostolado en pro de la alimentación inmaculada que, en ocasiones, hacen extensivo a quienes les rodean, escandalizándose de “delitos” alimenticios como las patatas fritas, las salchichas o los refrescos azucarados.

La Organización Mundial de la Salud cifra que la ortorexia afecta a un 28% de la población de países desarrollados. Se empieza por huir de lo artificial, por contar calorías y por huir de lo transgénico se cae en lo patológico.

Afecta principalmente a mujeres, adolescentes y deportistas, sobre todo, a quienes practican fisioculturismo. Desde el punto de vista psicológico, alternan estados de euforia con otros de ansiedad. Y experimentan una falsa autoestima, basada en un sentimiento de superioridad basado en la idea de que su modo de vida es mejor que el del resto”.}

El siguiente paso es demonizar alimentos. Empieza la cruzada contra las carnes rojas, azúcares, lácteos con lactosa o grasas saturadas. O, más recientemente, el gluten. La obsesión por sumar y restar calorías lleva a conductas peligrosas para la salud.

Una ramificación de la ortorexia es la alcohorexia (o drunkorexia, en inglés) que es compensar el exceso de calorías consumidas con el alcohol reduciendo la ingesta calórica del resto de comidas. Este desorden lo sufren, sobre todo, mujeres jóvenes, entre 15 y 30 años”, advirtió Bravo.

“Es un trastorno grave que termina en un doble deterioro del organismo por desnutrición”, concluyó el médico.

Voluntad excedida

Hay quienes llegan a la consulta del nutricionista, con ganas de adelgazar o de someterse a una dieta détox, pero con una larga lista de alimentos que supuestamente son ‘veneno’ para ellas. “Son los que se saben al dedillo la composición de los alimentos y tienen su criterio propio acerca de lo que deben o no comer. Nuestra misión como médicos es aconsejar y recomendar aquellos alimentos que les ayuden a bajar peso de una manera sana y beneficiosa para su salud”, apunta la doctora Cristina Bouza, médico especialista en Nutrición en la Clínica Instimed. Sin embargo, cuando alguien está convencido de que un alimento es tóxico para su organismo puede tener reacciones somáticas indeseadas. “Cuando nos autoconvencemos de que algo nos sienta mal, al final, acaba haciéndolo”. El cerebro interpreta esa angustia como que ciertamente se ha ingerido algo pernicioso, fantasea con los posibles efectos adversos de esos contaminantes en el organismo y, lo más probable, es que la digestión se complique o incluso se produzcan episodios parecidos a una alergia.

Abusos

En esa búsqueda angustiosa por ingerir todos y cada uno de los nutrientes recomendados es frecuente echar mano de los suplementos nutricionales. A veces, en exceso. “El consumo excesivo de suplementos de proteínas a largo plazo puede contribuir a la desmineralización ósea, la osteoporosis y la sobrecarga renal. El exceso de vitamina D provoca niveles de calcio en sangre anormalmente altos que pueden dañar gravemente los huesos, el tejido blando y los riñones. Abusar de la vitamina A y el betacaroteno, frecuente en verano para lograr un bronceado más duradero, puede tener efectos tóxicos a largo plazo en los órganos que los metabolizan: ojos, hueso e hígado”, alerta Rubén Bravo, especialista en Nutrición del Instituto Médico Europeo de la Obesidad IMEO).

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