Trufa.
Desde su apertura, el Complejo La Trufa Negra, en Mora de Rubielos (Teruel), tenía claro que entre sus objetivos más importantes, se encontraba el de dar a conocer el mundo de la trufa. Lo que Miguel Pérez, el artífice del proyecto, nunca imaginó, fue el interés que iba a despertar y la labor que se realizaría en su territorio.
“Nos encontramos en una de las zonas truferas por excelencia a nivel mundial” dice Miguel Pérez, y “al mismo tiempo en una de las áreas más despobladas. Si no somos capaces de reinventarnos y apostar por nuevos conceptos, no encontraremos motores de desarrollo”. Si bien, está claro que, tras la expectación desencadenada por la actividad de trufiturismo, ya llevan cuenta de más de 2.000 personas que han vivido esta experiencia, en la Trufa Negra han sabido desarrollar un producto turístico de alcance.
“El trufiturismo surgió casi por casualidad”, nos explica Sandra Pérez, gerente del Complejo. “Percibíamos que nuestros clientes desconocían el mundo de la Trufa, todo el proceso anterior a cuando la degustaban en nuestro restaurante. Desde que realizamos la actividad, el valor que el cliente le da a este regalo que la tierra nos ofrece es muy superior”.
En el invierno de 2011, esta familia tuvo la iniciativa de ofertar la visita a su Masía El Olmo y a descubrir de primera mano todos los procesos a sus visitantes. Alba Pérez, responsable de la actividad, resalta que “resulta emocionante poder compartir con la gente que nos visita la pasión que siento por la trufa”.
La actividad incluye una charla explicativa para conocer el hábitat de la trufa, cómo y cuando se desarrolla, la diferenciación de las especies que se venden en el mercado, la educación de los perros truferos; para posteriormente realizar la salida al campo, en la que acompañados de sus perros, se buscan las trufas maduras del subsuelo.
“Ésta es una de las partes más sorprendente. Todo el que nos acompaña se fascina del virtuosismo de nuestros compañeros de trabajo. El momento en el que el perro detecta el aroma y se acerca, sin dilación, a marcarnos el lugar exacto donde se encuentra un ejemplar”. Además, nos cuenta Alba, que el trufiturista se asombra de la dificultad de su obtención y del trabajo duro que hay detrás.
Posteriormente a la búsqueda, se pesa la trufa recolectada y los interesados, pueden comprar trufa fresca recién extraída a precios bonificados. Para terminar, se realiza una comida trufera en la que se degusta la gastronomía en el Restaurante Melanosporum.
Cuando les preguntamos por el tipo de público que les visita nos cuentan que “es muy variado. Tenemos desde parejas que realizan una escapada romántica, familias que muestran a sus hijos una actividad que les fascina, así como grupos de amigos que les apetece descubrir nuevas experiencias, y también grupos de empresa, para complementar jornadas de trabajo o como actividad para sus clientes”. De hecho, la procedencia de los trufituristas abarca el ámbito mundial, nos cuenta Sandra que tienen “fundamentalmente personas nacionales, pero que han asistido de muchos países: Alemania, Argentina, Bélgica, Canadá, China, Dinamarca, Estados Unidos, Francia, Irlanda, Italia, Japón, Portugal, Reino Unido, Rusia y, Suiza”.
Esta experiencia turística se puede disfrutar de Noviembre a Marzo y de Mayo a Julio. De hecho, este próximo día 4 de Noviembre se da inicio a la primera jornada de trufiturismo de invierno. Las jornadas se realizan los sábados, pero también es posible, la realización de grupos concertados de más de 15 personas.
¡Plazo de matrículación abierto!